lunes, 1 de enero de 2007

Abril... un tatuaje y una guardia médica [Primera Parte]

Mantenía un dibujo sombreado sobre su piel desnuda, guardaba artilugios de su alma en el lugar más recóndito de esta, su pelo negro engalanaba su rostro con maravillosa luminosidad y reticencia, se dejaba caer en los brazos del amor, siempre a conciencia y no tenía forma de ser rica ni pobre, solamente un estigma marcado, que decía que de este lugar no era.

Paseó por cuanto médico pudiera asistirla, sirvió de adorno de cuanta camilla de hospital pudiera cumplir su cometido, no quería ser más que ella, pero no la dejaban, la detenían en un tiempo que también la ayudaba a pensar que no era de este lugar, para mostrarle después, que estaba equivocada.
Abril tenía quince años y ciento cincuenta páginas en su historia clínica… asma, artritis, astigmatismo, cálculos, jaquecas y migraña, inapetencia y demás cosas, alumbraban las páginas de sus caminos por el hospital… con tan solo quince años pasó más tiempo viendo a un médico que a una maestra. Nadie podía saber que era lo que le ocurría... ni siquiera ella misma.
Aquella tarde fue diferente, tomé su caso de oficio en el hospital donde trabajaba; los médicos y su experiencia no habían hecho más que devolverla a su casa reiteradas veces para una y otra vez, volver a recibirla en las guardias vespertinas y nocturnas; cuando parecía curada, algo nuevo aparecía en su organismo... una secuela, una recaída o simplemente algo mal curado. Abril asumía su mal sin ningún problema... muchas veces, su condición, me incitaba a volver a los libros a corroborar o refutar teorías sobre que podría padecer... pero como decía, esa tarde fue diferente...
“¿se hizo algo en el pelo doctor?”... automáticamente me sonroje, a lo que la madre atinó... “¡Abri por favor...! lo pones incómodo al doctor”. Entonces volví a mi pálido habitual de todos los días. Puse sobre la mesa mi profesionalismo como correspondía y el episodio no paso a mayores ese día, en ese momento.
Abril nuevamente tenía una bronquitis que congestionaba sus pulmones; como tantas veces, le receté un antibiótico y unas nebulizaciones para aclarar su malestar y sofocar su tos matutina. La mirada de Abril había cambiado, ya no guardaba similitud con el mes que llevaba su mismo nombre, de gris invernal y otoñal somnolencia, algo había cambiado.
Los días iban zigzagueando entre los huecos de mi calendario; algo de mi extrañaba a la dulce Abril en mi consultorio, ahora pronta a cumplir sus dieciséis años... aunque, por otro lado, el saber que se estaba sintiendo mejor me reconfortaba tanto, que por las tardes, solo me hacía falta apreciar sus dibujos pegados en mi pared, para que mi consultorio me hiciera sonreír de felicidad con su arte.
Entonces comprendí, el porque de aquella tarde y sus comentarios sobre mi cabello. Tal vez, ella me veía, ahora, después de tantos meses, como alguien de quien se pudiera enamorar, incluso siendo su doctor. Entonces, comencé a esquivar las guardia, ella no se podía enamorar de mi, yo la doblaba en edad prácticamente, ella tendría que entender que era prácticamente imposible... hasta aquella otra tarde, en que volvió.
“Buenas tardes Abril”... no había podido escapar, por más que hubiera querido... por más que hubiera rogado no atenderla... ella estaba ahí, esperándome solo a mi, no dejaría que nadie más la atendiera... “Buenas Tardes doctor"... ya su mirada, su voz impostada, su sentar sensual incluso para una niña, marcaba que algo había cambiado... y no solo había cambiado en ella... mi mirada también había cambiado.
Recuerdo que intercambiamos chistes por largo rato, los cuales antecedieron a las miradas cómplices... entonces Abril, aquella niña que desde mi residencia, veía desayunar con su madre en la cafetería, después de una extracción de sangre... intentó besarme... Ahí entendí entonces, que había llegado demasiado lejos aquel juego al cual me había prestado... “Abril... me siento alagado por tu perseverancia... no puedo ocultar, que tu presencia en mi consultorio, alegraba y alegra las tardes casi obsoletas del hospital; pero este juego llego hasta hoy, no puedo continuar prestándome a esto Abril”... Entonces, nuevamente, la pequeña afloro... aprovechando que su madre esperaba fuera del consultorio, lagrimeo una o dos veces y apresuradamente recogía sus lágrimas con sus dedos... tomé un pedazo de gasa y asistí a que se seque... parecía todo solucionado... “pero yo lo amo Doctor... meses y meses paseando por hospitales, clínicas, homeópatas y curanderos buscando a alguien como a usted... como a vos... y ahora que te tengo acá...” Era lo más dulce que me habían dicho en mucho tiempo, lo más desinteresado y sincero que había escuchado incluso... aprovechando mi desconcierto, nuevamente intentó besarme... lo cual de embarazoso pasó a ser engorroso y lastimoso... nada podía hacer ya, que no la lastimara, entonces, debí dejarla ir... incluso, haciendo peligrar mi carrera como médico...abrí la puerta del consultorio, llamé a su madre y le dije... [...]

2 comentarios:

Ce (La Pequeña Anonima) dijo...

Que le dijiste??????? ayyyyyy quiero saber.... como me gusta tener esta intriga jeje..... que se queden juntos que se queden juntos.... ayyy yo no sirvo para novelista mis libros empiezan y teminan en un solo capitulo ni yo me aguanto aunque se como va a terminar...jeje besotes te quiero mucho mucho...

Cecilia's Art dijo...

q le dijo doctor!!!!!!!!???????? please!!!! ... ta buena la historia ehhh, pero hay vces q la edad no cta en nada, si es amor y el maor esta ..no hay q dudarlo!!! ..adelant caballero!!! y a ser feliz!! q a vida es bella y es unik!!! ..hay q vivirla a pleno"""...vivir el hoy!!!!
cuidat
bsot